Es necesario encontrar un punto equidistante entre “para cada síntoma una terapia” y “cualquier terapia da lo mismo”.
Eysenk provocó una controversia en la década de los 50’s y los 60’s al señalar que la mayoría de las psicoterapias no eran más efectivas que un grupo de espera, los pacientes se recuperaban en la misma proporción asistiendo o no a un proceso terapéutico. (Eysenk 1952, en: Martínez-Taboas y Francia-Martínez, 1992). En este ámbito de Controversias también recordamos a Bergin (1970, en: Martínez-Taboas y Francia-Martínez, 1992) cuando señaló que las psicoterapias no solamente tienen el potencial de mejorar al cliente sino también de deteriorarlo.
Estas ideas hicieron imprescindible identificar qué terapias son beneficiosas, en qué circunstancias lo son, y para qué tipo de problemas, además de reconocer cuáles pueden llegar a ser dañinas (Martínez-Taboas y Francia-Martínez, 1992).
A partir de la “paradoja de equivalencia” que decía que la ayuda profesional parecía tener un efecto homogéneo (cualquier terapia da lo mismo) se empezó a investigar la efectividad bajo tres líneas principales: El estudio del proceso terapéutico, que se centra tanto en la interacción terapéutica como en el proceso de cambio experimentado durante la relación de ayuda estudiando “los episodios relevantes de cambio terapéutico”. Como segunda línea el estudio de los factores de cambio inespecífico, que tiene que ver con qué factores de la terapia o extraterapéuticos, transversales a diferentes tipos de terapia, resultan responsables del cambio. Estudios que relacionan tipos de tratamiento con tipos de problema, a partir de los cuales se han elaborado listas de tratamiento con apoyo empírico para temas específicos, como depresión, fobias, bulimia, etc. (Krause, De la Parra, Aristegui, Dagnino, Tomic, Valdés, et al, 2006).
Los factores específicos que se relacionan con la orientación de la terapia (técnica empleada, orientación teórica, etc.) explican sólo 15% de la mejoría en psicoterapia (Lambert y Anderson 1996 en: García y Fantin, 2010)
Los factores inespecíficos son aquellos aspectos del paciente, del terapeuta y la relación entre ambos, que son comunes a cualquier psicoterapia, independientes de las técnicas o marco teórico empleado, como la relación emocional de confianza significativa entre consultante y terapeuta, la confianza y aceptación por parte del paciente de la racionalidad del tratamiento. La entrega de información por parte del terapeuta y con ello la oferta de nuevas oportunidades de aprendizaje, el refuerzo de las expectativas del paciente en relación a recibir ayuda, brindar experiencias exitosas con el propósito de que exista un aumento en las sensaciones de dominio y autoeficacia, facilitar la activación del mundo emocional del paciente, la visión que tiene el paciente de que su terapeuta es un experto creíble y confiable.
El factor inespecífico más relacionado con el cambio terapéutico es la “alianza terapéutica” la cual es definida como un sentimiento de simpatía y de confianza hacia el terapeuta que involucra acuerdos y colaboración entre terapeuta y paciente integrando tres componentes constitutivos, vínculo, tareas y metas. Orlinsky, Grawe y Parks (1994, Santibáñez, Román y Vinet, 2009) hicieron una revisión de 132 investigaciones en las que encontraron que estaban altamente correlacionados los resultados del tratamiento con la alianza terapéutica.
Lambert y Anderson (1996 en: García y Fantin, 2010) encontraron que el 30% de la mejoría en psicoterapia se debe a variables relacionadas con la relación terapéutica y a factores contextuales y el 40% a variables relacionadas con el cliente.
Reflexionar sobre la efectividad de la Terapia es labor de todos los que se dedican a ella, pensar acerca de ¿Da lo mismo entrar a un proceso terapéutico o no hacerlos? ¿Sale sobrando la postura teórica y las técnicas especificas? ¿Será que justo la postura teórica es la que nos permite tener un posicionamiento particular ante el problema y la relación que podamos tener con el paciente? ¿Se debe enseñar sobre terapia en terapia? Estas y muchas preguntas debemos contestarnos en nuestra práctica clínica.
Alejandra Piña Loeza
- Martínez- Taboas, A. y Francia-Martínez, M. (1992). Efectividad de las psicoterapias en niños y adolescentes: revisión de estudios controlados. Revista latinoamericana de Psicología. Vol. 24. No.3. Disponible en: http://redalyc.uaemex.mx/redalyc/html/805/80524301/80524301.html
- Krause, M., De la Parra, G., Aristegui, R., Dagnino, P., Tomic, A., Valdés, N., Vilches, O., Echavárri, O., Ben Dov, P., Reyes, L. y Altamier, C. (2006). Indicadores genéricos de cambio en el proceso terapéutico. Revista latinoamericana de psicología. Vol. 38. No. 2. Disponible en:http://pepsic.bvsalud.org/scielo.php?pid=S0120-05342006000200006&script=sci_arttext
- García, H. y Fantin, M. (2010). Percepción de eficacia de la psicoterapia en argentina. Revista puertorriqueña de psicología. Vol. 21. Disponible en: http://dialnet.unirioja.es/servlet/articulo?codigo=3630650
- Santibáñez-Fernández, P., Román-Mella M. y Vinet, E. (2009). Efectividad de la psicoterapia y su relación con la alianza terapéutica. Interdisciplinaria. Vol. 26 No. 2. Disponible en: http://www.scielo.org.ar/scielo.php?pid=S1668-70272009000200006&script=sci_abstract&tlng=es